Y me baso para esa afirmación en que existen atrocidades en diversos municipios del litoral almeriense que no han ocupado ni una sola reseña informativa en los Medios de Comunicación o lo han hecho muy controladamente y de manera superflua, de tal modo que tan solo ha servido de pantalla y desahogo. El agravio es evidente, y resultaría interesante escuchar a la Ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, explicara detallada y convincentemente a qué se debe el ese agravio. Porqué a Carboneras se le castiga ejemplarizantemente y el porqué en otras localidades no está sucediendo eso, cuando la atrocidad es posiblemente mayor y tremendamente impactante.
Le atribuyo a la ministra Cristina Narbona un profundo conocimiento de la provincia de Almería, provincia por la que fue Diputada en Cortes, y me agradaría escuchar por ella un amplio análisis del impacto medioambiental del urbanismo en el litoral. Sería conveniente, además, por la repercusión que está teniendo, y dada la buena predisposición de los responsables políticos a explicar sus políticas, que ofreciese una disertación pública, con derecho a coloquio, sobre el tema urbanístico, principalmente en el litoral almeriense, que es el que nos está preocupando a los almerienses de a pie.
Hace algo más de quince años que Azata adquirió los terrenos sobre los que está construyendo el hotel El Algarrobico y adyacentes, partes de los cuales hubo de permutar con el Ayuntamiento y éste recalificar para incorporarlos al uso y disfrute del pueblo de Carboneras. Y así está sucediendo. Bien es cierto que los dichosos terrenos comprados por Azata han estado sometidos a diversos vaivenes políticos, hasta que se pensaba que habían sido solventados bienintencionadamente y culminado con éxito la lógica aspiración empresarial.
Pero hete ahí que los ecologistas con mayor pedigrí del Planeta llegaron al municipio de Carboneras como por arte de magia, pero bien alineados y sabiendo lo que allí estaba sucediendo. Con fijación, con interés y casi hasta con alevosía llegaron. Y las gentes del lugar pudieron observar con inusitada atención y sorprendidos lo que de vez en cuando se ve por televisión. Y algunos de los que estaban observando atónitamente lo que estaba ocurriendo se preguntaban porqué les había tocado a ellos esa maldición ecologista. Y se preguntaban quienes son los ecologistas, y en nombre de quien actúan y a quien o a quienes representan, porque la verdad es que representación parlamentaria no tienen y son muchas veces las que han concurrido a comicios electorales. El ecologismo es una buena filosofía, saludable forma de vida, pero precisamente por ello es por lo que tienen que actuar muy responsablemente y valorar muchísimo sus acciones protestatarias quienes en nombre de él actúan.
No parece adecuado el haberse obcecado en un hecho muy concreto, bastante nimio si se establece un cuadro comparativo con otros existentes precisamente en el entorno, y posiblemente más visibles y con mayor grado de afección negativa que el elegido como objeto de sus acciones. Medios suficientes les bastan a estos, y otros, ecologistas para otear por el litoral almeriense. Con independencia del grado de impacto medioambiental que pueda estar provocando el hotel El Algarrobico, los ecologistas, que alguna vez deberían decir en nombre de quien actúan o a quienes representan, lo que también está produciendo es un desánimo generalizado en un pueblo abierto al mar, esperanzado en el futuro que pretenden coartarle y con vocación desarrollista en consonancia con la época que les está tocando vivir en este comienzo de siglo y milenio.