La planta del té, original del Sur de China, era bien reconocida y estimada por la medicina y botánica del país, recetandose para uso interno y externo. Destacando como diurético y estimulante.
Se estima que en este pais su cultivo es desde el año 200 a.d.C. Sin embargo en algunos poemas se hace referencia al 2700 a.d.C.
En el sigloVII el poeta chino Lu-Yu decía que el té era un medio de conducir al hombre a sus raices.
Entre los taoistas era reconocido parte constitutiva del elixir de la inmortalidad. Y entre los budistas compañia en sus largas horas de meditación.
En la India se cuenta que un principe tras su vida de excesos se retiró , viajando más tarde a China como monje budista y mientras estaba meditando se quedó dormido, muy apenado por este fallo, se cortó los párpados para que no ocurriese de nuevo, estos al caer al suelo brotaron y surgió la planta de té, simbolo de la eterna vigilia.
Este pequeño arbusto que se cria en China y Japón, su cultivo se ha extendido también en India, Brasil, Iran, Tanzania, Indochina, Ceilan y Europa. Sin embargo los más apreciados son de China.
Nuestra civilización le empezó a prestar atención sobre el s.XVII popularizandose con la primera tea-house en 1640 en Inglaterra.
Alejandro Dumas afirmaba que el mejor té se bebía en S. Petersburgo, té negro fuerte, endulzado con mermelada de rosas o azúcar y limón.
El famoso té de las 5 en Inglaterra, con leche o limón primero, luego el té y por último el azúcar.
En la India los tés de Assam o Darjeling ( Laderas del Himalaya) son de sabor acentuados, pero nunca rehusados. En este país se prepara combinado con especias , leche y azúcar otorgando a la bebida un sabor dulce y algo picante.
Para los tibetanos como alimento, utilizandolo con manteca en su cocción.
En el pueblo árabe y bereber es algo indispensable, usandose como su mejor aliado en sus relaciones comerciales. En su tradición los hombres del desierto hablan de 3 tés, el primero amargo como la vida , el segundo semidulce como el amor y el tercero dulce como la muerte.
Y es que no hay nada como disfrutar los momentos apacibles del desierto con el oro liquido de esta sustancia, al amanecer como primer aroma, al mediodia para calmar la sed, al atardecer en un juego de colores y ánimo para el alma, y en la noche el calor y el sabor de su compañia más iluminada.
En los hogares árabes cuando se sirve un té de protocolo, añadido a su hospitalidad siempre constante, hay especializado alguien, que ese dia lo prepara , siendo siempre un hombre de la familia, nunca empleado. Echará en una tetera de metal o plata el té, las hojas de hierbabuena, el azúcar y por último el agua hirviendo; que una vez tapada la tetera, y pasado un rato de animada conversación se verterá como un rio caudoloso desde cierta altura.
Los árabes toman el té verde, nunca negro, ya que este está fermentado y ellos tienen prohibido según el Coran las bebidas fermentadas.
Esta gloriosa poción la veneraban de tal manera los maestros de té en Japón que se hacia en combinación con la práctica del arte floral, como ritual estético de belleza y sentido inigualable.
En el lenguaje japonés se dice de aquella persona insensible, que a esa persona le falta té.
El misterio del ritual ceremonial del té en Japón, es de todos sabido pero, no así valorado, ya que para realizar esta puesta en acción es necesario tener un sistema nervioso de acero y al mismo tiempo muy delicado, con el refinamiento de todos los órganos sensoriales.
Este año ameza la cosecha del té verde en Japón debido a las lluvias que pueden causar daños a los primeros brotes de temporada, esperemos que no los rocen.
El poeta LOTUNG escribió:
La primera taza humea en mis labios y en mi garganta.
La segunda taza viola mi soledad.
La tercera penetra en mis entrañas y remueve en ellas millares de raras ideografias.
La cuarta me baña en en leve sudor y todos los pesares de mi vida son eliminados a través de mis poros.
La quinta ya me ha purificado.
La sexta me transporta a la morada de los inmortales.
La séptima….¡Ah la séptima!…
No la puedo beber, ya no puedo más, siento que un soplo de aura fina hincha mis mangas.
¿Donde está nuestro paraiso?
Dejad que me encarame sobre esta dulce brisa, que me mezca en sus ondas, y que ella me conduzca allí, a nuestro paraiso!