(Mal asunto es que no nos esforcemos en defender todo lo bueno de nuestro pueblo)
Adolfo Pérez López
No descubro nada si digo que Garrucha es un referente turístico en nuestra querida España. Y en esa referencia turística destaca la baranda de mármol del Malecón. Una baranda que es el orgullo de los garrucheros amantes de su pueblo. Una baranda que ha sido y es la sensación de los turistas, incluidos los extranjeros de los que tengo testimonios escritos, por ejemplo, de Alemania. La mayoría de visitantes dan cuenta de ella y la elogian en sus lugares de origen, la fotografían y la graban en sus vídeos. Se puede decir que es un signo de distinción de Garrucha, formando parte de nuestro patrimonio monumental y cultural. Patrimonio que está llamado a ser protegido por todos, pero de forma especial por el Ayuntamiento. Creo que no exagero en nada de cuanto digo.
Durante los 32 años que lleva colocada en el Malecón ha permanecido intacta, con la excepción de algunos actos vandálicos en su contra, siempre restaurados por el Ayuntamiento. Pero no se olvide que el actual paseo tiene sus detractores, ahora radiantes, ellos y sus devotos palmeros.
Sin embargo, ese buen caminar de la baranda en el tiempo de pronto se ha interrumpido, resulta que la alcaldesa de Garrucha, María López, ha permitido que el restaurante situado enfrente del Ayuntamiento la rompa para abrir en ella un boquete a fin de poder acceder a un chiringuito instalado en la playa, dándose la circunstancia de que ese restaurante ya dispone de una buena terraza en la acera del paseo.
Con esta acción la alcaldesa demuestra el escaso o nulo aprecio que le tiene a la baranda, un bien cultural municipal que ella está llamada a proteger, pero por lo visto no es así. Estamos de acuerdo en que el Ayuntamiento debe ayudar y cooperar en beneficio de las empresas, y más en la temporada turística, pero no puede ser a base de perjudicar los altos intereses municipales como el caso que nos ocupa. La alcaldesa ha cometido un grave error que le ha impactado en la línea de flotación de su credibilidad política, cosa que en su momento le hará pagar en votos la gente sensible, la que palpe el poco aprecio que le hace a uno de los bienes más emblemáticos de Garrucha. Y es que este tipo de errores dejan mucha huella y dañan en cantidad el caudal político de los que viven del voto, es decir, este asunto le va a costar muchos votos a los socialistas.
Conforme se extiende la noticia entre la población se palpa la indignación que produce el hecho de que el Ayuntamiento haya autorizado semejante despropósito en favor de un chiringuito.
¿Alguien puede pensar que pueblos como Vera, Cuevas del Almanzora o Huércal – Overa, tan celosos de sus bienes culturales y de sus tradiciones, sus ayuntamiento iban a permitir que se rompiera una baranda de mármol como la nuestra para la instalación de un chiringuito? Estoy seguro de que esos ayuntamientos son de una calidad más sensible a lo suyo.
Me ha reconfortado mucho la agilidad que ha tenido el Partido Popular de Garrucha para salir al paso de la rotura de la baranda, con una sentida y razonada nota informativa en la que le solicita a la alcaldesa que reponga de inmediato el bien dañado. Inesperadamente los socialistas le han regalado un filón al PP. Con tres o cuatro errores como éste y el de Galasa, bien gestionados, pierden las elecciones como ya les sucedió en 2007.
Ya solo nos queda esperar, con nulo optimismo, la reacción de la alcaldesa, pero es conveniente que esta mala noticia se extienda y sea conocida por toda la población.