En la Tierra, a lo largo de su existencia, entre otras alteraciones han sucedido ciclos climáticos relacionados básicamente con sus movimientos orbitales. Estos han oscilado entre los veinte mil a los cien mil años, originados como consecuencia del movimiento de precesión, oblicuidad y excentricidad con respecto al Sol. Igualmente el Planeta ha sufrido etapas de gran actividad sísmica y volcánica cuya influencia se ha dejado sentir sobre el clima reinante. Es algo que siempre ha sucedido y seguirá sucediendo, y no debería de sorprendernos. Lo que resulta totalmente atípico es que a partir del año 1996 la intensidad, frecuencia y multiplicidad de estos fenómenos naturales parecen haber entrado en un proceso exponencial encadenándose desastre tras desastre afectando a los cinco continentes, ocasionando una tragedia global humana que en este periodo se ha cobrado más de 200 millones de víctimas y una cifra de muertos que supera ampliamente los dos millones de personas.
Es raro el día en que los medios de comunicación no hagan referencia al Cambio Climático y su origen, achacando este a las actividades humanas. A estas alturas está más que contrastado una elevación sustancial de la temperatura y el adelgazamiento y desaparición de la capa de ozono, y está claro que en ello la mano del hombre ha sido el principal desencadenante, pero al mismo tiempo se está produciendo una inusitada proliferación de terremotos y volcanes que rompe por completo al alza todas las estadísticas conocidas (actualmente 652 volcanes se encuentran activos) Desde un punto de vista puramente científico sería una osadía tratar de imputar a las actividades humanas como las únicas responsables de la inducción de estas catástrofes, pero al mismo tiempo no podemos descartar que pueda existir un nexo que vincule nuestra contribución a incentivar y acelerar estos procesos naturales. Las hipótesis científicas que sustentan esta relación para nada son descabelladas; por el contrarío, cada vez más, todo apunta a una relación directa con este falso desarrollo de la humanidad.
Hay algo que está sobradamente contrastado, y aunque en parte aún desconocemos con precisión los mecanismos que lo inducen, si existe una relación entre las extracciones mineras, petroleras y la construcción de grandes embalses con la proliferación de movimientos telúricos en su entorno (en España los habitantes en torno a las presas conocen bien estos fenómenos). A lo largo de su historia China ha sufrido devastadores terremotos, destacando el acaecido en el año 1556 que con una magnitud de 8,8º en la escala Ritcher ocasionó un millón de muertos. Hace escasos días este país acaba de sufrir un devastador seísmo cuyas consecuencias aún se desconocen con precisión, pero por la información de la que se dispone podemos intuir que serán grandiosas. El epicentro ha tenido lugar en la provincia de Sichuan donde se encuentran situados más de 400 grandes embalses, incluida la megapresa de Las Tres Gargantas construida para retener las aguas del río Yang-tsê. Este colosal embalse tiene capacidad para almacenar 40 kmts cúbicos de agua. Tan brutal obra de ingeniería ha sido capaz de alterar sustancialmente el efecto marea que frena la velocidad de giro de La Tierra. En concreto, esta descomunal masa líquida ha influido en la rotación acelerándola lo que ha provocado una prolongación en la duración del día en 0,06 microsegundos, y a pesar de que este quizás no sea un fenómeno perceptible y determinante no podemos menospreciar las consecuencias que del mismo se puedan derivar.
Aparentemente, las autoridades Chinas, están haciendo gala de una transparencia informativa del desastre muy alejada de las pautas a las que nos tenían acostumbrados; pero insistimos en que es aparente, ya que nada ha transcendido de los previsibles daños que el terremoto y sus miles de réplicas (algunas de más de 6º en la escala Ritcher) hayan podido ocasionar en las citadas presas. Si por cualquier circunstancia el megaembalse reventase, estas aguas arrasarían un territorio donde se asientan unas ochocientas ciudades habitadas por más de cien millones de personas. Igualmente, en esta área, se encuentran ubicados cientos de complejos industriales (químicas) de toda índole, así como diversas instalaciones nucleares civiles y militares que serían barridas ocasionando un desastre humano y medioambiental de dimensiones planetarias.
Andalucía está situada en una zona de riesgo sísmico. Los antecedentes de terremotos son frecuentes, y sus consecuencias bien conocidas. El terremoto de Lisboa en el año 1755 ocasionó un tsunami que se abatió sobre la ciudad de Cádiz. Si como todo parece indicar existe una relación entre los grandes embalses y la proliferación de seísmos, hay un hecho que no debemos de ignorar por lo que nos incumbe. En el Alentejo portugués, muy cerca de nuestra Comunidad Autónoma, está en fase de avanzada construcción el que será el embalse más grande de Europa. Su muro de contención alcanza los 152 metros de altura, y entre otras indeseadas consecuencias su llenado acarreará la desaparición de algo más de un millón de grandes árboles. ¿Hasta donde seremos capaces los seres humanos de seguir autoengañándonos en la comisión de crímenes en nombre de un supuesto desarrollo?