Hace veintinueve años viví personalmente una situación similar a la que han padecido muchos almerienses de a pie que residen en el Levante Almeriense y en el Bajo Almanzora así como murcianos y murcianas también de a pie que están sufriendo las consecuencias de la Naturaleza.
Tanto en 1973, el 19 de Octubre, como el 28 de Septiembre de 2.012 era viernes, como si el viernes se haya erigido para estas tres comarcas en signo de su existencia, porque las tres tienen antecedentes de la misma naturaleza a hace cuarenta años y las dos últimas en viernes y durante la mañana, entonces a la una de la tarde y ahora a las once.
Sin pretender hacer un cuadro comparativo, los efectos fueron los mismos, desolación en toda la zona afectada, donde el sufrido hombre de la tierra que es el agricultor y que en la época predominaba vió como sus cultivos desaparecían pero al ser algo material pudo restituirse, pero lo que no se pudo resarcir fue el daño causado por la desaparición de cinco personas en Zurgena y más de cien en Puerto Lumbreras.
Este principio de otoño se nos ha invitado involuntariamente a rememorar la riada del 19-O de 1.973, y en un recorrido más amplio que el que hice entonces en la misma fecha he podido constatar el recuerdo vivo y la inevitable comparación de la que voy a obviar porque la evolución y el momento han erigido a nuestros gobernantes en coprotagonistas de la desgracia, del cataclismo con que se definiría el desastre ocasionado por el Río Almanzora en su más triste honor de recibir el nombre de su impulsivo Rey Almanzor.
La agricultura se ha visto afectada en algunos municipios afectados por las lluvias torrenciales caídas el viernes pasado y han quedado relegadas al haber cedido su protagonismo a las zonas urbanas, que en la provincia de Almería su epicentro se ha erigido en Pueblo Laguna, la urbanización turística veratense que recibe el nombre del enclave en que se ha construído.
En la Cuenca del Almanzora y en el Campo de Lorca, ambas bajo la influencia del Río Almanzora y la Rambla Nogalte, la agricultura se ha visto seriamente afectada, en Zurgena, particularmente, centenares de olivos han sido tumbados por las bravas aguas y en Puerto Lumbreras han desaparecido literalmente de la faz de la susodicha rambla cuantos árboles y plantaciones en ella se hallaban. En la primera me comentaba un amigo que padeció la riada del 73 el considerable daño que en esta ocasión le ha causado y en Puerto Lumbras un agrocultor me decía que contra la Naturaleza no se podía luchar.
Si contra la Naturaleza no se puede luchar si al menos se puede aliviar sus devoradores efectos, y éste es el caso de lo acontecido en la zonas urbanas donde el agua ha alcanzado niveles catastróficos y su violencia dejado situaciones dantescas. Y por triste que parezca buena parte de responsabilidad en los daños causados en estas zonas es de nuestros gobernantes, porque han permitido construir viviendas en zonas inapropiadas y en ocasiones hasta catalogadas administrativamente como inundables que los propios constructores y residentes conocían y por tanto sabían que ante una imprevisible avenida de gran magnitud se produciría lo peor.
Pero ni los gobernantes que autorizaron y estimularon la edificación, ni los constructores que la levantaron ni quienes la compraron repararon en una eventualidad de la magnitud con que se ha producido. Antes bien, los personajes políticos con responsabilidad gubernamental publicitaron estas construcciones como un éxito de su gestión, para los contructores supuso otro éxito económico por la venta a precios astronómicos y a los residentes se le iluminaron los ojos ante magna gloria. En estos momentos, ningún personaje político se atreve a justificar la edificación ni siquiera para disminuir la pesadumbre en que se hallan muchos de los afectados.
En el caso concreto de Pueblo Laguna, en Vera, parece que la Corporación Municipal se encuentra en una situación óptica necesitada de tratar oftalmológicamente, porque no es la primera vez que la urbanización se ha inundado, la última fue a finales de los noventa cuando una tromba de agua anegó sus calles y se adentró inmisericordemente en algunas viviendas y locales. Ciertamente algunos medios se han puesto para evitar que en el futuro se produjera similar situación, peor hete aquí que no preveyeron que la situación podría aumentar su grado y por consiguiente afectar más seriamente al complejo urbano.
El viernes le tocó a Pueblo Laguna, pero en cualquier momento puede suceder con igual o mayor gravedad por toda la geografía provincial en la que ‘el ladrillo’ haya tenido incidencia. Que este aciago viernes se haya circunscrito a Vera, Antas, Sorbas, Pulpí y Campo de Lorca (Lorca y Puerto Lumbreras) no quiere decir que el resto se encuentra a salvo, antes bien puede tocarle en cualquier momento porque ahora la Naturaleza les ha salvado de padecer sus efectos.