Decía el domingo, nada más conocer los resultados electorales, por cierto bien distintos de los previstos nada menos que por el organismo gubernamental –CIS-, que Pedro Sánchez ha resucitado a Francisco Franco, resistiéndome a creer que sea por su convicción personal sino antes bien, en mi opinión, se debe a una condición que ha tenido que pagar para ser Presidente del Gobierno, Presidencia que alcanzada en minoría tiene un coste mayor.
Desde el primer momento en que Pedro Sánchez hizo pública su voluntad de exhumar los restos de Francisco Franco me mostré en contra, y quien dice esto, como sabrá el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, fui detenido por la Policía Armada y expulsado de la Universidad española, con lo que resulta sumamente fácil imaginar que le destrozaron la vida a un joven; y lo más patético, que evidencia el carácter del Régimen Franquista, es que las tres acusaciones que se me hicieron eran tan sumamente falsas como su provocación, como relataré mañana en el aniversario. Pues bien, sostengo la consideración del craso error que supone la exhumación en que, por una parte, a los muertos hay que dejarlos que descansen en paz y, por otra, esta decisión ha activado a los nostálgicos, a los que piensan que la Historia coloca a cada uno en el lugar que se merece y a quienes la utilizan por motivos políticos partidistas.
Creo humilde y modestamente contar con el aval suficiente para reiterar que el error del Gobierno Sánchez ha reavivado la relegación del Franquismo que consiguiera Don Manuel Fraga Iribarne reagrupando en el Partido Popular a todo el espectro de la Derecha Sociológica que Mariano Rajoy ha deshecho. Como consecuencia de este indiscutido mérito de Don Manuel Fraga la Extrema Derecha estaba llamada en España a permanecer soterrada durante un considerable espacio de tiempo. Entiendo, en una sociedad desideologizada como la existente, por Extrema Derecha el radicalismo del ala opuesto a la Extrema Izquierda, que actualmente ha venido a encarnar el Podemos de Pablo Iglesias, radicalismo basado, como se viene observando, en elementos pragmáticos del día a día y no filosóficos y/o ideológicos.
Y en estos comportamientos cotidianos se está basando, lo que falsamente, se cataloga como Extrema Derecha porque ni sostienen esa ideología ni siquiera son nuevos porque la llamativa propuesta de liquidar el Estado de las Autonomías lo he venido escuchando durante el último decenio en decenas de ocasiones por conspicuos dirigentes políticos al considerar que ha fracasado. Y este fracaso autonómico me recuerda como vocal nacional de Nuevas Generaciones los debates que se generaban ante su incorporación en el Título 8º de la Constitución de 1978 y que colocaron a Alianza Popular en una posición supuestamente extremista por su artificialidad que en absoluto se correspondía con la realidad, y tan es así que aseguro categóricamente haberme encontrado con militantes del PSOE que poseen una filosofía política más a la Derecha que AP.
En este contexto me llama poderosamente la atención que se catalogue a VOX como fuerza política de extrema derecha en virtud de su firmeza ante determinadas posiciones, una demonización que puede conseguir los efectos contrarios a los pretendidos. En mi opinión, y sin temor alguno al escándalo que pueda suponer mi tesis, basada en la minuciosa observación y en datos, en la provincia de Almería, a la que much@s analistas están poniendo como ejemplo del sambenito que le pretenden colocar a VOX, el alza de esta opción política se corresponde más a un compendio de caracteres políticos/personales/empresariales que a una motivación ideológica, compendio que políticamente se encuentra sostenido con tactismos en base a elementos que la práctica totalidad posee y que nadie admite. Espero ser más explícito sobre este compendio en un futuro no muy lejano, que en el 40 aniversario de la Constitución me retrotrae a la posición antes descrita sobre las negociaciones preconstitucionales cuando, en un momento de inspiración que me pareció divina, llevé a cabo una reflexión política sobre estos acuerdos a los que nadie estaba acostumbrados y que titulé, en El Imparcial dirigido por Emilio Romero, ‘La Consensuada’, cuya dimensión de mérito me atribuyeron al ser respondida por Don Manuel Fraga, lo que tuve la fortuna de volver a escuchar en un viaje desde Vélez-Rubio a Granada.