Treinta y siete años, 37, acaban de hacer los desafortunados hechos que las españolitas y los españolitos de a pie de toda una generación retenemos en nuestra retina, y cuya imagen se plasma en la zancadilla que le puso Tejero al General Gutiérrez Mellado y al Tte. Coronel de la Guardia Civil alzando su pistola desde la tribuna de oradores del Congreso de Diputados.
Más que el intento baldío de volver al túnel del tiempo fue la manifestación de la dignidad que expresó el gesto del Tte. General Gutiérrez Mellado, a la sazón Vice-Pte. Del Gobierno en Funciones, y por el contrario lo que llamó la atención negativamente fue además la observación de Agentes de la Guardia Civil escapando del edificio que alberga la soberanía popular por las angostas ventanas acristaladas en un acto doblemente contrapuesto y que solamente se podía explicar humanamente.
Estas bochornosas imágenes que son las que se retienen memorísticamente y a las que tenemos asociados los tristes acontecimientos del 23-F se superponen a los propósitos que las desencadenaron, que pese a producir escalofríos parecen haberse olvidado aunque las generadas por el conflicto catalán no las proyecte con la misma intensidad socialmente, mayoritariamente por las generaciones que no los vivieron y que parecen solo recordarlos solo en los libros de Historia, aunque en algunos sectores juveniles ni en ellos. Por eso me parece encomiable recuperar la memoria histórica por su vital importancia y consecuentemente su recuperación legal mediante Ley, por lo que no entiendo los bramidos de la Derecha Española en su contra.
Lo que parece que generaron estos hechos fue miedo, y a buen seguro que a algun@s se les metió en el cuerpo en un acto humano que les enriquece, porque muy por encima de las ideologías que se habían conformado por esas fechas de lo que a la clase política imperante le caracterizaba era el matiz humano, el carácter humano que los inspiraba y del que brillaban, gracias al cual, desde mi punto de vista, la Transición Política en España fue un auténtico éxito sin parangón internacional hasta entonces.
Ese miedo que inundó las calles de pueblos y ciudades de nuestro territorio nacional fue en lo que se transformó el temor previo que existía en la sociedad española a que se desencadenara un hecho de tal magnitud y determinara la Historia de España. Temor que determinó muchas inquietudes políticas.
A mi me cogió este extraordinario acontecimiento en Granada, a donde había llegado la noche anterior, domingo, desde Madrid, y lo viví desde la actividad política, desde la que se visualiza este hecho histórico con una dimensión más grave si cabe. Fue el acontecimiento del día, y tanto que fue así porque se ha recordado su trigésimo séptimo aniversario, por lo que se erigió en comentario obligado que no tardaron en hacerme cómplice de la opinión que mereció a la práctica totalidad de las españolitas y de los españolitos que con su activo silencio contribuyó determinantemente al fracaso más estrepitoso y a poner a sus protagonistas a disposición de la Justicia emanada, justamente, del lugar que secuestraron vil y cobardemente.
Desde mi punto de vista, este acontecimiento extraordinario, del que pienso que todavía no se ha escrito todo, sirvió para asentar el sistema político de libertades públicas que nos dimos el 6-D-1978 al no existir seguimiento social ni tampoco político, al contrario de lo que sucedió con el Golpe de Estado del General Primo de Rivera y que supuso el final de la Monarquía en España, y hay quien opina también que desencadenó la Guerra Civil menos de una década después.
Y, en mi opinión, también pienso que, si bien es verdad que sirvió para consolidar también la Monarquía Parlamentaria personificada en el entonces Rey Juan Carlos I, queda por conocer el porqué no se le ha reconocido universal y socialmente el papel determinante que tuvo también en la neutralización de esos hechos el Director de la Seguridad del Estado, Francisco Laina, quien tuvo muy buenos amigos en Mojácar y donde pasó unos días, en tanto que en la vecina Carboneras veraneó el General Luis Rojas.
A expensas de poder conocer la totalidad del engranaje que sirvió al impulsivo Tte. Coronel y Ex-Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Málaga Tejero Molina secuestrar el Congreso de los Diputados interrumpiendo la Sesión de Investidura del Presidente Leopoldo Calvo-Sotelo, me quedo con la gratitud, como español y demócrata que compareció ante un TOP, que este hecho y no otro desencadenado más concienzudamente sirviera para consolidar la Democracia en España durante el período más largo de tiempo en toda la Historia. Es posible que una acción mejor preparada hubiese determinado un Gobierno con un cariz muy distinto al de Calvo-Sotelo, porque conviene recordar que el dirigente socialista Enrique Múgica mantuvo reuniones con militares y el Presidente Tarradellas defendió públicamente la necesidad de un “Golpe de timón”, lo que ofrece una idea fidedigna de la situación social en aquellos momentos.