Tras conocer por la prensa la dimisión de la Secretaria de la Agrupación de
Hermandades y Cofradías y responsable de comunicación de la misma, por “diferencias
en los criterios a la hora de decidir determinados aspectos en la confección de la
procesión Magna”, la famosa frase de Hamlet se me viene a la memoria, porque lo que
al principio chirriaba, a estas alturas ya apesta.
Sobre todo, cuando se sabe que hay dinero, mucho dinero por medio. En los tiempos
que corren, donde la sinceridad y la rectitud de conciencia no son valores en alza, el
gesto de ética y honestidad que ha tenido esta persona es encomiable.
Son muchas las opiniones, no siempre procedentes del mundo cofrade, sino de otros
sectores de la sociedad almeriense, que muestran su extrañeza por la arbitrariedad con
que se ha confeccionado La Magna, solapando una decisión premeditada en un
simulacro de votación, que más bien puede calificarse de galimatías.
A la vista de los hechos, la actitud de quien, por su cargo, estaba obligada a dar fe de
lo acordado, en un gesto de coherencia que le honra, presenta su dimisión. Y es que
hay aspectos incomprensibles, claramente infundados.
Dejar fuera de La Magna pasos de capital valor catequético se entiende bien ahora
que conocemos la existencia de importantes cantidades donadas por organismos
oficiales para sufragar los gastos de la celebración. Obviamente, cuántas más
hermandades participen en el reparto a menos tocan.
Todo consistía, por tanto, en contar con una mayoría suficiente que tomara la decisión
para el reparto de beneficios. Más lamentable, aún, pensar que todo eso pudiera contar
con el apoyo y la aprobación de quienes defienden la transparencia en la Diócesis. Se
mire por donde se mire, se ve poco claro y el olfato percibe mucho tufo.
Por Áurea Martínez Navarro (*)
(*) Cofrade de la Real e Ilustre Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora
de los Dolores.