“Nunca debió entrar el Ayuntamiento en un asunto privado”, se sostiene desde diversos ángulos conocedores profundos de lo ocurrido en un bar del Paseo Marítimo el fin de semana anterior al actual, cuyo resultado de la trifulca en la terraza del restaurante acabó con heridas en la cabeza de un camarero y de su padre así como titulares informativos en numerosos medios de comunicación españoles acusando a la gamba de ser la causante del episodio que, no por esperado, ha hecho un grave daño a la imagen de Garrucha, cuando lo cierto es que la preciada gamba ha sido la única víctima de este verano en el municipio del que recibe su famoso nombre.
Según fuentes informativas coincidentes y absolutamente fiables para este periodista, los hechos que dieron lugar a esta famosa trifulca no fue por el precio de la gamba toda vez que lo conocían, sino que todo empezó cuando un grupo de visitantes madrileños se se sentaron en una mesa de la que no se había retirado el servicio de quienes allí habían estado. El grupo se sentó estando la mesa sucia y el camarero, al parecer, tardó en retirar los servicios y atender al grupo, lo que causó malestar en quienes lo conformaban.
Conviene reseñar que en Garrucha se pescan tres tipos de gambas -pequeña, mediana y grande-, siendo la mediana la que se suele servir a precios asequibles para el cliente normal, toda vez que sale de la alhóndiga a unos 40 o 50 euros el kilo, en tanto que la grande y celebérrimamente conocida como ‘gamba de Garrucha’ es vendida en la alhóndiga a 90 o 100 euros el kilo con lo que servida en mesa suele alcanzar precios prohibitivos para la mayoría, por lo que la ración de 20 unidades de gamba mediana a 20 € no se puede considerar un precio alto sino asequible a los paladares comunes.
Tras solicitar la cuenta, según se comenta, recriminaron al camarero la tardanza con que habían sido atentidos, obteniendo una respuesta adecuada los clientes a lo que una señora le respondió con una frase hecha y vulgar que no debe ser entendida como hiriente, lo que encendió las iras de ambas partes y todo acabó en programas radiofónicos especiales a nivel nacional y artículos periodísticos sobre la ‘gamba de Garrucha’, que adquirieron mayor resonancia y consistencia informativa tras conocerse la evaluación del Ayuntamiento en esta disputa extrictamente privada entre cliente y camarero de restaurante como suele acontacer, ciertamente no con frecuencia pero si esporádicamente.
La ‘gamba de Garrucha’, testigo mudo de un violento altercado por un servicio cuestionado, se ha erigido en la protagonista involuntaria de Garrucha este verano, hechos que deberían aprovecharse para llevar a cabo un reciclaje del sector hostelero en la localidad y no convertirlo en un recurso.