No hay delito que se cometa con una cierta sofisticación o necesite de algún tecnicismo que no se le atribuya a los rumanos, lo que está creando auténtico pavor en nuestra provincia por la ingente cantidad de inseguridad que existe, por mucho que se pretenda aminorar sus efectos.
Hace algún tiempo reflexionaba sobre este particular, y ciertamente alguna objeción se me hizo a nivel personal, que como siempre valoro muy positivamente y tengo bastante en consideración, pero lo cierto es que existe auténtica psicosis social en torno a la inseguridad que se padece, o al menos la que siente, que estimo más perniciosa la segunda que la primera, por cuanto resulta más fácil de vencer el hecho real ya que dificultoso es recuperar la seguridad psicológica.
Pero cualquier almeriense que trate de informarse por cuanto acontece en nuestra provincia observará que la práctica totalidad, y sin caer en porcentualismos, de delitos que se cometen lo es por extranjeros, llenándose las páginas de sucesos con nombres árabes o europeos del Este, aflorando alguno ocasionalmente por almerienses o españoles en general. Sería absolutamente pernicioso política y socialmente caer en la tentación de ocultar los delitos, pero es absolutamente cierto que la lectura constante de extranjeros como autores de delitos en nuestra provincia ha creado una sensación de inseguridad entre los almerienses que está llegando a la psicosis, por una parte, y, por otro lado, a la atribución de los delitos a los inmigrantes.
La atribución generalizada de delitos a los inmigrantes es una evidencia, ya que son muchísimos los almerienses de a pie que piensan así, bien porque lo están leyendo diariamente en las páginas de sucesos o bien porque lo han padecido o ha sido víctima algún conocido. Pero ello no quiere decir que este pensamiento que se está instalando en un amplio sector social, particularmente de la provincia de Almería, sea xenófobo o se atisben rasgos racistas, lo que niego rotundamente porque la mayoría de los almerienses están conviviendo ejemplarmente con los inmigrantes a los que valoran altamente, en muchos casos por conocimiento o vivencia de haber albergado en la familia o en su entorno con un inmigrante. Y tampoco tiene estos tintes xenófobos y/o racistas porque los almerienses saben muy bien distinguir, tanto como hace veinte años distinguían a los españoles autores de delitos como consecuencia de su drogadicción cual fuere su tipo y a nadie se le acusaba de clasismo o trato discriminatorio.
Por tanto, queda, desde mi punto de vista, muy claro que la atribución de delitos a los inmigrantes no supone un acto de xenofobia ni racista, antes bien se trata de una preocupación por resultar incontrolable la acción delictiva de estos extranjeros, en tanto que a los españoles se les consideraba controlados por su entorno social y/o familiar si bien a los inmigrantes se les estima, como digo, incontrolables y de ahí el pavor y/o la psicosis que generan, pero, reitero, en mi opinión, sin revestir la más mínima dosis de de xenofobia y/o racismo.
Y quienes se alzan con el epicentro en la diana de la atención social son los rumanos, y demás individuos del Este en general, por su elevado nivel técnico para la comisión de los delitos, atribuyéndoseles a los africanos el raterismo. Con esta primacía en la comisión del delito no resulta extraño escuchar los más diversos comentarios, que acotando es en los centros de ocio y disfrute donde adquieren niveles preocupantes, refiriéndome, como se deducirá, a los porteros de pubs y discotecas que es donde se están ocupando de forma mayoritaria.
Debe quedar claro, como siempre, que cuando me refiero a un colectivo cualesquiera lo hago única y exclusivamente a los que se comportan de manera en la que no debe reglarse ninguno de él, por lo que son comportamientos aislados y excepcionales. Y en el caso objeto de atención los porteros de discotecas y pubs cumplen excelentemente con su obligación, pero salta la alarma social cuando tratan agreden físicamente por la razón que fuese pero que siempre debe existir una reciprocidad en la fuerza para repeler, de tal modo que es condenable socialmente que un mero insulto, también reprobable, sea respondido violentamente y causando heridas que necesitan en algunos casos largo tiempo de curación. Y eso se está produciendo en nuestra provincia, según me cuentan. Alerta social que se suma por haberse producido en un entorno social muy determinado como es el juvenil y en que la plena lucidez mental no es generalizada.
Así parece que los rumanos se han adaptado a la salvaguarda de los locales de ocio y disfrute nocturnos en los que se han organizado jerárquicamente y pretenden extenderse por la práctica totalidad de estos establecimientos hosteleros. En este sentido no resulta extraño escuchar que algún empresario del sector haya cerrado las puertas y huido, literalmente, cuando se han acercado rumanos a ofrecerles sus servicios, y encima lo han hecho con firmeza y energía. Otros, en cambio, parece que han aguantado el envite y se encuentran a la espera de acontecimientos que ojala no se produzcan.