¡Es La Chupa!, cantó un gallo en la fiestorra a la que acudió esta cada vez menos preciada cazadora, exclamación que no pasó desapercibida por alguna de las prendas asistentes y alguna de las cuales se vio obligada a dar cobijo a esta comedora de pollas en buena situación ante el vacío latente de que está siendo objeto y el temor patente que infunden sus invectivas.
Sorprende observar el deterioro tan rápido que ha padecido La Chupa, tanto físicamente como en el deterioro de la prenda, algo que está llamando la atención en el coto, donde ya huele la prenda porque a ninguna polla le resulta agradable que le pasen factura y porque el desequilibro del género es tan evidente que llega a producir estupor.
Ello ha producido un pioleo en el coto que ha traspasado las barreras del sonido y se ha trasladado al monte, donde tampoco suele ser una prenda preciada, mucho menos desde que se dedica a desplumar a las poyas. La cazadora está tan deteriorada que la propia prenda parecía pedir un lavado, harto imposibloe por cuanrto el desgaste es inmenso y tan es así que tuvo que salir hacia otros cotos y noprecisamente por escasez en el suyo de pollas en buena situación.
Ahora, con el cambio de climatología y tras un tiempo en el armario para que la prenda no sufrieralas inclemencias del cambio climatológico, ha vuelto a salir pero ya la percha que soporta a la prenda es de otra manera ante elk escándalo que ha producido en el coto. Y lo ha hecho para sorprender con los botones negro azabache cubiertos pero con tal gusto que contrastaban con el conjunto, mientras la aceitosa cremallera rezumaba los eflubios del invierno y las mangas se encontraban deformadas, de tal manera que el conjunto desarmonioso fue uno de los motivos que hizo rehuir a la pollada.
La Chupa se luce
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